En medio de una escalada sin precedentes, Estados Unidos redobla su ofensiva comercial contra China con aranceles exorbitantes, mientras Xi Jinping responde con firmeza. Un pulso económico global que sacude mercados y redefine alianzas estratégicas.


16/04/2025
Washington, D.C, Estados Unidos – El presidente Donald Trump ha vuelto a encender las alarmas del comercio internacional al imponer aranceles de hasta el 245% a las importaciones procedentes de China. Esta medida radical, anunciada por la Casa Blanca, pretende castigar lo que Washington considera prácticas comerciales injustas y un uso geopolítico agresivo por parte de Beijing.
Además del aumento arancelario, Trump firmó una orden ejecutiva que pone en marcha una investigación, siguiend la sección 232 bajo el Acta de Expansión del Comercio de 1962 sobre los riesgos que representa para la seguridad nacional la dependencia de Estados Unidos en minerales críticos importados. Esta revisión podría abrir la puerta a más sanciones económicas en el futuro, si así lo decide el mandatario.
Trump y el inicio de la Guerra Comercial a traves de aranceles
Esta ofensiva se da tras la decisión del gobierno chino de restringir la exportación de seis metales pesados clave: samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio y itrio. Estos elementos son esenciales en la fabricación de dispositivos tecnológicos, aeronaves, satélites, semiconductores, y equipos de defensa de alta precisión. La jugada de Beijing ha sido interpretada como un golpe estratégico directo a la línea de flotación industrial de Estados Unidos.
Washington no tardó en responder con dureza. “Estos minerales no solo son esenciales para la economía estadounidense, sino que también son componentes críticos para fabricantes de automóviles, contratistas de defensa, empresas aeroespaciales y tecnológicas de todo el mundo”, argumentó un vocero de la administración.
Pero la Casa Blanca no se quedó solo en palabras. Emitió un comunicado en el que acusa directamente a China de manipular el mercado global. Según el texto oficial, “los productores extranjeros han recurrido a prácticas anticompetitivas como la manipulación de precios, el exceso de capacidad y restricciones arbitrarias a las exportaciones. Esto demuestra que su objetivo es utilizar el dominio sobre la cadena de suministro como herramienta de presión geopolítica”.
«China necesita hacer un trato con nosotros, nosotros no tenemos que hacer un trato con ellos», aseguró en conferencia de prensa la vocero del gobierno republicano, Karoline Leavitt, asegurando que ahora el balón está del lado de China.

En respuesta, el gobierno de Xi Jinping lanzó un mensaje tajante: “China no quiere luchar, pero tampoco tiene miedo de luchar”. El líder asiático calificó la estrategia estadounidense como chantajista. También exhortó a Washington a abandonar su política de “presión extrema” si realmente desea una salida negociada al conflicto.
“Si Estados Unidos busca una resolución dialogada, debe dejar de amenazar, dejar el chantaje y sentarse a conversar desde el respeto mutuo, la igualdad y el beneficio compartido”, insistió el gobierno chino.
El tono firme de Beijing fue acompañado de una movida política clave: el nombramiento de Li Chenggang como nuevo viceministro de Comercio y principal responsable de las negociaciones comerciales internacionales. Este cambio busca reforzar la capacidad de respuesta de China en una guerra comercial que no da señales de tregua.
A pesar del endurecimiento de medidas contra China, la Casa Blanca aclaró que otros países continúan negociando con Estados Unidos sin enfrentar sanciones similares. “Más de 75 naciones ya han iniciado conversaciones con nosotros para establecer nuevos acuerdos comerciales. Actualmente, los aranceles más altos están suspendidos, excepto para China”, indicó el comunicado oficial.
Este conflicto no solo tensiona la relación entre las dos mayores economías del mundo, sino que también genera incertidumbre a escala global. Las cadenas de suministro, los mercados bursátiles y la estabilidad diplomática están en juego. El mundo observa, expectante, el desenlace de esta guerra comercial que podría redefinir las reglas del juego económico internacional.