Políticas arancelarias, nacionalismos emergentes y tensiones geopolíticas: cómo el choque entre potencias está reconfigurando el mundo hacia un nuevo orden fragmentado.

09/03/2025

El mundo se encuentra en un momento crítico de su historia. La combinación de conflictos geopolíticos, crisis económicas y cambios en las relaciones internacionales está dando forma a un nuevo orden global. Este orden no solo está definido por las acciones de los estados y sus líderes, sino también por las tensiones entre nacionalismos emergentes y los vestigios de un sistema globalizado que parece estar en declive. En el centro de esta transformación se encuentran tres figuras clave: Donald Trump, con su política arancelaria agresiva; Vladimir Putin, en una Rusia cada vez más beligerante; y el Papa Francisco, cuya influencia moral enfrenta un mundo en crisis.

Mientras Estados Unidos y China entran en una guerra económica sin precedentes, Rusia busca consolidar su posición en el tablero global. La pregunta que surge es: ¿estamos presenciando el preludio de una nueva guerra moderna? Este análisis busca explorar las dinámicas que están reconfigurando el orden mundial, desde las políticas arancelarias hasta el resurgimiento de los nacionalismos, y cómo estas tensiones podrían llevar a un punto de no retorno.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha marcado un giro significativo en la política económica y comercial de Estados Unidos. El 1 de febrero de 2025, el presidente firmó la Orden Ejecutiva 14195, estableciendo un arancel del 10% a todas las importaciones chinas, efectivo desde el 4 de febrero. China respondió con aranceles sobre el gas natural, el petróleo y la maquinaria agrícola estadounidense. Esta escalada de tensiones comerciales no es nueva, pero su intensidad y alcance han alcanzado niveles sin precedentes.

Trump también implementó un arancel del 25% sobre Canadá, México y China, aunque recientemente suspendió la medida para México en un gesto que algunos analistas interpretan como una estrategia geopolítica. «México es nuestro socio comercial más importante y queremos fortalecer nuestra relación,» declaró un funcionario de la Casa Blanca. Sin embargo, la realidad detrás de estos aranceles es más compleja.

China opera bajo un modelo económico híbrido, donde la producción es capitalista pero la fijación de precios sigue una lógica centralizada. Esta combinación ha permitido a Beijing inundar los mercados globales con productos a precios artificialmente bajos, destruyendo la competencia local en Occidente. El problema es que estas medidas proteccionistas podrían terminar afectando a las propias empresas estadounidenses. Tesla y Apple, por ejemplo, han visto sus planes de expansión obstaculizados por la escalada arancelaria. Europa también está sintiendo la presión, mientras la OTAN enfrenta un momento de fragilidad.

M.A.G.A
(Make América Great Again)

La penetración de productos chinos en la industria estadounidense ha sido uno de los factores clave detrás de la política arancelaria de Trump. Durante décadas, China ha utilizado su capacidad de producción masiva y su control sobre los precios para dominar mercados clave, desde la electrónica hasta la manufactura de bienes de consumo. Este fenómeno ha llevado a una disminución significativa en la producción estadounidense en términos de manufactura y distribución.

La industria manufacturera estadounidense, otrora un pilar de la economía del país, ha visto cómo sus fábricas cerraban o se trasladaban al extranjero en busca de costos más bajos. Este proceso de deslocalización ha dejado a muchas comunidades en el llamado «cinturón industrial» en una situación de declive económico y social. La respuesta de Trump ha sido intentar revertir esta tendencia mediante aranceles y políticas proteccionistas, pero los resultados han sido mixtos.

Por un lado, algunas empresas han comenzado a repatriar parte de su producción, pero por otro, los costos más altos de los insumos importados han afectado la competitividad de las empresas estadounidenses en el mercado global. Además, las cadenas de suministro globales, que durante décadas se han basado en la eficiencia y la reducción de costos, están siendo reconfiguradas. Las empresas están buscando cadenas de suministro más cortas y regionales, lo que podría llevar a una fragmentación del comercio internacional.

Este repliegue hacia políticas proteccionistas y nacionalistas no es exclusivo de Estados Unidos. En Europa, el resurgimiento de movimientos de extrema derecha y nacionalistas refleja un descontento generalizado con la globalización. En Alemania, el partido Alternativa para Alemania (AfD) ha ganado terreno en las últimas elecciones, reflejando una polarización política y social. Este fenómeno se enmarca en un contexto de descontento social y económico, donde sectores de la población sienten que la globalización y las políticas de integración europea no han beneficiado a todos por igual.

En Ucrania, el conflicto con Rusia ha exacerbado las tensiones en la región. El Batallón Azov, una unidad militar ucraniana con vínculos a ideologías de extrema derecha, ha sido protagonista en la defensa del país frente a las fuerzas prorrusas. La presencia de grupos con estas características ha generado preocupación en la comunidad internacional sobre el potencial fortalecimiento de movimientos ultranacionalistas en Europa del Este.

Federación Rusa

En medio de esta crisis comercial, Vladimir Putin ha reafirmado su postura de confrontación con Occidente. Durante su conferencia de prensa anual, el líder ruso admitió que, de poder retroceder en el tiempo, habría invadido Ucrania antes. En sus propias palabras: «Rusia se ha convertido en un país verdaderamente soberano en los últimos años».

Pero la estrategia de Putin no se limita a la guerra. Rusia ha intensificado sus lazos con China, reforzando acuerdos energéticos y militares. El Kremlin también ha mostrado disposición a negociar con Trump, viendo en él un posible interlocutor que podría facilitar el levantamiento de sanciones económicas.

Mientras tanto, Rusia sigue ampliando su influencia en América Latina y Medio Oriente. Flotas pesqueras rusas y chinas han devastado recursos marinos en Argentina, un reflejo del nuevo expansionismo de Moscú y Beijing en el sur global.

Rusia ha justificado su intervención en Ucrania con la narrativa de la «desnazificación», argumentando la necesidad de proteger a las poblaciones rusoparlantes y combatir el extremismo. Esta postura ha sido criticada por Occidente, que la percibe como una estrategia para expandir la influencia rusa en la región y debilitar la soberanía ucraniana.

La explosión del gasoducto Nord Stream 2 marcó un punto de inflexión en las relaciones entre Rusia y Europa, intensificando las tensiones y llevando a una reevaluación de la dependencia energética europea respecto al gas ruso. Este incidente ha impulsado a la Unión Europea a buscar alternativas energéticas y reforzar su seguridad energética.

El Papa Francisco

En este contexto de crisis, el Papa Francisco se ha convertido en una de las últimas voces morales en el escenario internacional. Sin embargo, su estado de salud deteriorado ha generado incertidumbre sobre el futuro de su liderazgo.

Francisco ha condenado la guerra en Ucrania y ha llamado al diálogo entre Washington, Moscú y Beijing. Su reciente hospitalización ha limitado su capacidad de intervención, pero el Vaticano sigue siendo un actor clave en la diplomacia internacional.

En un mundo donde las alianzas cambian rápidamente, su mensaje sigue resonando: «No podemos construir la paz con armas y sanciones; el diálogo sigue siendo nuestra única esperanza».

El choque entre EE.UU. y China, la expansión rusa y la fragilidad de Occidente indican que el mundo se está reconfigurando. Como advierte Pankaj Mishra, ensayista y analista político, «Trump y Putin son dos gánsteres poniéndose de acuerdo entre ellos».

Mientras tanto, China sigue avanzando con su modelo económico implacable. Construcciones enteras llegan en barcos desde China, con materiales y obreros propios, impidiendo el desarrollo local en los países que dependen de su inversión.

Con una economía global en crisis, una guerra en curso en Ucrania y una diplomacia frágil, la pregunta ya no es si el conflicto se intensificará, sino cuándo y cómo evolucionará la guerra moderna.

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