Desde 2013, el AfD ha desafiado la democracia alemana, alcanzando el 20.8% de votos en 2025 y enfrentando su clasificación como extremista.

04 de Mayo del 2025

Berlín, Alemania — Desde su fundación en 2013 hasta su clasificación como organización extremista en 2025, el partido Alternativa para Alemania (AfD) ha desafiado los consensos políticos, capitalizando crisis sociales y económicas, y generando tensiones constitucionales que cuestionan los límites de la democracia.
El ascenso meteórico del AfD
Fundado en 2013 como un partido euroescéptico crítico de los rescates financieros en la Eurozona, el AfD mutó hacia la ultraderecha tras la crisis migratoria de 2015, adoptando una retórica antiinmigración centrada en la oposición al islam y en la promoción de políticas de reemigración.
Este giro resonó en el este de Alemania, región históricamente desfavorecida, donde el partido obtuvo un fuerte respaldo. La pandemia de COVID-19 y la recesión económica entre 2020 y 2023 amplificaron su mensaje: el AfD aprovechó el descontento por las restricciones sanitarias y el aumento de la inflación para presentarse como la voz de los «olvidados», logrando el 20.8% de los votos en las elecciones federales de febrero de 2025, consolidándose como la segunda fuerza política detrás de la CDU.
Clasificación como extremista: Un punto de inflexión
El 2 de mayo de 2025, la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV) clasificó al AfD como una organización extremista de derechas y contraria a la Constitución, basándose en un informe de 1.100 páginas que reveló vínculos con grupos neonazis, incluida una reunión secreta en Potsdam en enero de 2024 donde se discutió un «plan maestro» de deportaciones masivas. Esta clasificación habilita una vigilancia estricta y reabre el debate sobre una posible prohibición, un mecanismo usado solo dos veces desde 1949. El partido, que denuncia «persecución política» y amenaza con acciones legales, enfrenta un aislamiento creciente en el Bundestag y la UE.
Contradicciones y liderazgos del AfD
La co-líder Alice Weidel, figura emblemática del partido, encarna sus contradicciones: a pesar de ser lesbiana y vivir en Suiza con su pareja y dos hijos, defiende posturas conservadoras como la oposición al matrimonio igualitario en Alemania.
Bajo su liderazgo, el AfD ha impulsado el Dexit, una propuesta para que Alemania abandone la UE mediante un referéndum, inspirada en el Brexit británico. Sin embargo, su discurso también ha sido criticado internacionalmente: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acusó al partido en 2024 de «traicionar a Alemania» por difundir propaganda prorrusa, mientras otros lo señalan como un «caballo de Troya» de Rusia y China.
Reacciones sociales y dilemas democráticos
El giro extremista del AfD desató protestas masivas: en enero de 2024, más de un millón de alemanes salieron a las calles para rechazar la ultraderecha, reflejando el rechazo de amplios sectores de la sociedad.
Para muchos analistas, el caso del AfD expone una paradoja democrática: ¿cómo contener a un partido que usa las urnas para erosionar los pilares del sistema que lo legitima? Mientras el partido se consolida con el 20.8% de los votos, su clasificación como extremista podría limitar su influencia, pero también plantea preguntas sobre la tolerancia democrática y los mecanismos para proteger la Constitución alemana frente a movimientos que la desafían.
Mientras tanto, AfD interpondrá este lunes una demanda a la Oficina Federal si no retira su clasificación como «extremista».
nota del editor
«Entrevista a Franco De Ledone realizada por Emiliano Adrián Rodríguez González durante la pandemia de COVID-19 (2020-2023), donde analiza la postura del AfD frente a las medidas sanitarias. Fragmento completo disponiblePara profundizar en la relación entre extremismo y crisis globales, visite el podcast ‘Epidemia Ultra’ en Instagram.»